jueves, 6 de octubre de 2011

La religión de la manzana

Ayer, 5 de octubre, fallecía Steven P. Jobs, conocido "por todos" como Steve Jobs, a los 56 años por cáncer pancreático. Inmediatamente hemos sido testigos de escenas desgarradoras, palabras desproporcionadas y toda una liturgia de canonización laica que hacía mucho no veíamos, quizá desde la muerte de Lady Di.

Se lo ha comparado con Edison, Da Vinci, Picasso, Lennon o Kennedy, se han desempolvado discursos motivacionales suyos, se dijo de él que triunfó pese a todo... incluso, en medios neocones, se lo ha señalado como argumento anti-aborto.

Un lector nos acercó el siguiente escrito que aquí reproducimos. Nos parece lo mejor que se ha dicho acerca de este fenómeno hasta el momento. No podíamos dejar de compartirlo con nuestros lectores.


LA RELIGIÓN DE LA MANZANA
La manzana de Apple con el perfil de Steve Jobs en el mordisco
La muerte de Steve Jobs, fuera de los temas tecnológicos, comerciales o financieros del caso, indica, a mi juicio, la rusticidad de los intentos de eliminar símbolos religiosos de los lugares públicos, en nombre de una supuesta "neutralidad" que debería asegurar la convivencia en las sociedades posmodernas. 
Porque tanto la persona de Jobs como la creación de sus productos o la relación con sus usuarios están rodeados de una atmósfera religiosa. Jobs y Apple configuran, para el observador atento, una nueva religión del milenio, con productos mercancías como objetos de culto, que se comercian en catedrales del consumo, que libra contra los grandes competidores - a través de los tiempos IBM, Microsoft, Google- una suerte de guerra de la luz contra las tinieblas y que encuentra en su creador y guía un mesías y un salvador, vinculado con millones de fieles seguidores en el planeta. 
Los símbolos sagrados, que pretenden activistas rudimentarios sacar de sus pedestales y hornacinas en los lugares públicos, se reintroducen asociados a las nuevas tecnologías. Los actos más ordinarios de la existencia tienen siempre algo de "religioso", anotaba René Guénon y si hubiese de reescribir "Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada", seguramente habría dedicado un capítulo a esta nueva serie de representaciones -¿paródicas?- venidas del "reino de la cantidad" y destinadas al consumidor, es decir, a una unidad puramente numérica. Del otro lado, los estrategas del marketing no descuidan que el éxito comercial está segurado, precisamente, a aquél que mejor asocie a los nuevos productos con aquellas primigenias simbolizaciones. 
Por vía de ejemplo, cuando el lanzamiento del i-Pad, The Economist representó a Jobs como un nuevo Moisés, ofreciendo como tablas de la ley dos ejemplares del producto. En marzo de 2010, Heidi Campbell, de la Texas A&M University, presentó un paper donde señalaba los elementos de una "implicit religion" en los mensajes de Apple y en la historia de su fundador. Un lugar humilde de nacimiento -el garage de la casa de Cupertino-, la elección de sus apóstoles, la guía de una comunidad de fieles bajo una impronta mesiánica, la lucha contra los "príncipes de este mundo" informático, las grandes corporaciones, etc. En la Navidad de 1977, Jobs se presentó a la fiesta de Apple vestido como Jesucristo. El lanzamiento del i-Phone lo señaló como el objeto destinado a cambiar el mundo. Touching is believing, tocar para creer. Y rememorando a Miguel Ángel, el dedo de una mano, desde lo alto, insuflaba vida al producto.
Pero, desde luego, el logo de Apple, la manzana mordida, resulta la figura simbólica más sugerente. De fruto prohibido e instrumento introductor del pecado, se transforma en instrumento del conocimiento, de la creatividad, de la esperanza en el futuro: Jobs reescribe el Génesis. 
Algunos han asociado la manzana al apodo de Nueva York, Big Apple, la Gran Manzana. Pero Jobs es un profeta venido de la costa oeste, de la cultura californiana. Apple Records fue el primer sello de los Beatles, y quizás algo resonó de este recuerdo a la hora de elegir el icono. Ron Wayne, el primer creativo de la incipiente empresa, puso a un joven Newton bajo un manzano, con la leyenda a mind forever voyaging trough stranges seas of tought -una mente viajando por siempre a través de los extraños mares del pensamiento. Pero no funcionó en el mercado. En 1977, otro creativo, Rob Janoff, imaginó la manzana mordida -hay quienes atribuyen este último toque al propio Jobs- con el lema byte into an Apple. Byte, invitaba a un juego de palabras con bite, en inglés mordisco. Tomen y muerdan el nuevo e irrenunciable conocimiento, transmitía Steve Jobs. 
Dejo al lector, seguramente más inteligente que el redactor de este post, extraer consecuencias o ampliar el abanico de correspondencias ente los tecnológico, lo comercial y lo religioso. Pero, por favor, avísenle a la doctora Lubertino* que cuando se quitan símbolos religiosos por la puerta, se introducen por la ventana, quizás en los objetos de que se sirve y a los que, sin saber, idolatra.

*María José Lubertino (n. 1959 en Buenos Aires, Argentina), abogada graduada con medalla de oro de la Universidad Católica Argentina. Militante radical desde sus tiempos universitarios. Funcionaria durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Fue convencional constituyente y luego funcionaria del gobierno de la Alianza. En 2003 fue diputada por el bloque socialista y alcanzó notoriedad por amamantar durante las sesiones. En 2006 el gobierno de Kirchner le ofreció la dirección del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo). Bajo su mando, el INADI se convirtió en una verdadera policía de pensamiento y un motor de proyectos destructores de todo vestigio del orden natural y cristiano. En 2009 pasó a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires desde donde promociona la despenalización del aborto y la eutanasia, o la adopción por parejas del mismo sexo. Recientemente impulsa la supresión de todo símbolo católico en edificios y espacios públicos.

8 comentarios:

Miles Dei dijo...

Sed libera nos a MALO. Amen.

Pioquinto dijo...

Es tan grande el vacío espiritual que nos envuelve, que un alúd de papanatas están visitando las tiendas de Apple en EEUU. "Teníamos que venir a presentar nuestros respetos"; "Qué habría sido esta vida sin él". Sería facilsimo echarle la culpa al vaticano II, pero hoy no lo voy a hacer.
Steve Jobs era budista Zen. Ahora está disfrutando del Nirvana...la gran ...nada....

Anónimo dijo...

Dijo Ramón Doll, relacionando esta estupidez con el poder destructivo del tango:

"Seamos justos. La afición al velorio, a llorar a moco tendido por la muerte de hombres que se ignoraron en vida, no es monopolio de las clases populacheras sino de todas. Al argentino de hoy -especialmente al porteño- es fácil provocarle el prurito lacrimatorio; y hasta ama las escenas de circunstancias -abrazo al ataúd, "trémolo" en los saludos de pésame, etc.-. Veinte y tantos años de tango con bandoneón, embadurnado de melaza y azúcar gorda, han contribuido seguramente a degradar el fondo patético de la raza, cuyos resortes emocionales eran y son todavía de superior calidad; pero la falta de grandes ideales nacionales y una vida social que asfixia toda sublimación de los buenos instintos hacen del argentino un hombre sobrecargado de melodía afectiva, sin adecuada orquestación. Por eso tiene el hábito de agigantar los méritos de los finados y se anega en los mortuorios, dando juego a un desahogo sensiblero y geidor, como quien se sangra para aliviar la congestión. No es mala señal, ¡vive Dios!, porque prueba que no nos helaron del todo las entrañas con el cierzo extranjerizante que viene malogrando la floración de la nacionalidad. En éste como en otras actitudes del pueblo argentino, la música es buena pero la letra mala, tal sucede con los payadores de poco léxico y mucha inspiración".

Anónimo dijo...

Y agregó Castellani, que como hombre grande tampoco fue tanguero, pues además de buen gusto conocía las causas de la decadencia patria:

"Nuestro compañero de tareas, Ramón Doll; ha llamado repetidamente la atención hacia ese fenómeno argentino que él llama “la manía de los velorios”. Nosotros nos habíamos olvidado de cuando murió Yrigoyen, pero ahora hemos tenido ocasión de recordarlo y es realmente sorprendente.El entierro del doctor Alvear (q.e.p.d), ha dado salida a una explosión de afectividad dirigida, que, salvo el respeto al difunto, rayaba en muchos puntos con la payasada. De golpe el pobre difunto se ha convertido en un receptáculo de las más excelsas y raras virtudes (“democráticas”) en la boca incluso de los que ayer nomás no se hartaban de chistes atroces a costa suya. En este coro de superaciones ditirámbicas, nada hubo tan notable como los “solos” de Roosevelt y de Cordell Hull. El Gobierno se conmueve todo y comunica su temblor a al Iglesia; se cierran las clases, incluso universitarias, las niñitas de las escuelas ( y los sacerdotes) son usados como plañideras, llueven coronas de bronce, manifestaciones altisonantes, ditirambos de una falsía grotesca, oraciones fúnebres, honores por decreto, gestos figurónicos, acompañados por movimientos indecisos del pueblo movido de una religiosidad vaga. Pérdida enorme de tiempo. En todo ello, en insistente retañir de una nota falsamente religiosa y la intención aprovechadora en pro de la “democracia”. El sermón de “circunstancias” estuvo a cargo del doctor Miguel Culiaciati (ministro del interior del Presidente Castillo y prototipo del liberal bienpensante). Cuando enterraron a Yrigoyen, al Doctor Alvear le robaron una cartera con 73 pesos, así como una cruz de oro al féretro. Uno de los que ayer se llenó la boca con “las virtudes cívicas y raciales de quien fue uno de los mas grandes estadistas de América”, hizo en aquel entonces un chiste cínico acerca de “cómo los rateros se aprovechan de los cadáveres”. De la parte de esos buitres, que son perfectamente insinceros –como aquel que ayer nomás sobre el cadáver del paracaidista inmolado en la propaganda política ensartaba otro discurso de propaganda política-, la actitud es manifiestamente repugnante y clara. Pero el fenómeno es demasiado complejo para poder explicarse con esta sola causa, sobre todo de parte del pueblo. Merece que lo observemos. Si: un miembro del gobierno, desamparado de opinión visible, adula a los radicales, evidentemente… Si, los politiqueros aprovechan la ocasión de hacerse la publicidad, en una incontinencia hotentote de oratoria necrológica. Si, los tiburones y los zorritos saben que al pueblo hay que distraerlo lo más posible para que no piense en el triste estado del país y sus problemas. Si, la Iglesia Curial, reducida por anemia cerebral después del triunfo del Liberalismo a Gran Ceremoniera de la Democracia, se mueve dócilmente y prodiga bendiciones que no pueden hacer mal a nadie, y hacen el bien de mantener la religiosidad del pueblo, al menos en figura. Pero todo eso es poco para explicar por entero esa especie de masoquismo colectivo, ese desborde de lloroneo y llanto y ese sentimentalismo enfermizo llevado al extremo de hacer posible la ingestión de las mentiras más gruesas envueltas en toneladas de palabrería huera. Fue un espectáculo bastante humillante para nosotros. Es imposible imaginarse una Nación realmente grande entregada a este frenético can-cán fúnebre. Buenos Aires tiene poco que hacer y se ha olvidado de sus grandezas".

Anónimo dijo...

Y Doll que aunque nacionalista lo mismo me cae de perlas, dijo en otra ocasión sobre la lacrimonia de masas (y sigue la relación estrecha con el tango):

"Chorro grueso de sensiblería, como esos beodos que se abrazan y se llaman "hermanos" al rato de conocerse... chorro grueso de lamentos macarrónicos en notas de bandoneón, cercano al que puede sentir el robusto ciudadano después de una "reunión" en que ha dejado el alquiler de su casa o el pipiolo de 18 años cuando ha perdido Racing... Ya tenemos el substrato afectivo del hombre de Corrientes y Esmeralda: es un pobre mozo sin vida interior alguna, de una vaciedad espiritual casi polar y que de tan vacío se aburre y de tan aburrido, se entristece y de tan triste se va al café. (¡Oh, paño de lagrimas, oh catedral, oh biblioteca y Universidad del hombre!) y allí, en el café, sigue bostezando frente a dos o tres marmotas, tan vacíos... y tristes como él. En los cafés no se aprende nada, ¡desengáñese de una buena vez, Scalabrini!. Esto es una biblia para el zonzaje"

¿profetizó las JMJ? dijo...

"pueblo movido de una religiosidad vaga. Pérdida enorme de tiempo. En todo ello, en insistente retañir de una nota falsamente religiosa"

"la Iglesia Curial, reducida por anemia cerebral después del triunfo del Liberalismo a Gran Ceremoniera de la Democracia, se mueve dócilmente y prodiga bendiciones que no pueden hacer mal a nadie, y hacen el bien de mantener la religiosidad del pueblo, al menos en figura".

Anónimo dijo...

No puedo creer que no haya salido un solo argentino a reivindicar el ser nacional.

Qué es eso de agarrárselas contra el tango y el nacionalismo católico!

Anónimo dijo...

Estos dos autores Doll y Castellani, "nacionalistas" eyos mal que pese a quien le pesare, entendían más del "ser nacional" que ... d. Iraburu.
Así son las cosas.
L. b-C.