sábado, 18 de junio de 2016

El efecto saludable de la virtud

Servais Pinckaers, OP.

Una adecuada espiritualidad y una actitud positiva

El profesor Florin Dolcos, del Beckman Institute pertenteneciente a la Universidad de Illinois, se hace eco de un dato escalofriante que predice la Organización Mundial de la Salud: que para 2020 la ansiedad y la depresión, que tienden a concurrir, estarán entre las causas más frecuentes de discapacidad en el mundo, sólo tras la enfermedad cardiovascular.
Desde el punto de vista de la espiritualidad cristiana es muy interesante tener en cuenta estos datos. Por un lado porque son indicativos del vacío existencial que conduce a este tipo de patologías. Por otro lado porque nos alertan acerca de la actitud espiritual que, como creyentes, hemos de cultivar.
Respecto a esto último creo que es importante centrarse en realizar acciones buenas, acciones que sean fruto de la virtud, en lugar de hacer que nuestra vida se centre exclusivamente en evitar cosas malas. Incluso médicamente, según leo en los estudios del profesor Dolcos, existen estudios de psicología clínica que han encontrado que las personas que inclinan su temperamento a centrarse en hacer que sucedan cosas buenas son menos propensas a sufrir de ansiedad que los que se centran exclusivamente en evitar que ocurran cosas malas.
Una apuesta por lo positivo, desde la virtud moral. Todos sabemos, por muy sencillo que sea nuestro conocimiento de ética y moral de las virtudes, que centrar nuestra acción en lo positivo es lo propio de la acción virtuosa. Hacer el bien. Esto no quiere decir que la empresa sea fácil. Pero hacer el bien, buscar la verdad, es un patrón seguro para la salud del alma y del cuerpo. Una proactividad positiva. El otro día publicaba yo un breve estado en mi perfil de facebook que, de algún modo, tiene que ver con todo esto:
«La pereza es la causa más peligrosa del error, precisamente porque para que se dé no hay que hacer nada», Carlos Llano, Etiología del error.
Y del mismo modo que no hacer nada es peligroso, también lo es el hecho de centrar nuestro quehacer, meramente, en 'evitar hacer'. Cierto es que hay que evitar el mal. Pero fijémonos en un punto: es aún mejor dar más intensidad a nuestra acción en el punto de hacer el bien. Esto se puede realizar de mil modos a lo largo del día. Hay todo un listado de acciones positivas que nos ayudarán mucho: dar gracias, y hacerlo sinceramente, dando gracias a personas concretas; saludar con afecto a nuestro prójimo; ayudar a un pobre con nuestra limosna; pedir perdón por nuestros errores, pero no solo de modo 'interior' sino de modo concreto: pedir perdón de palabra a esta o a aquella persona... Una fe con obras. Todo esto conforma, también, una suerte de 'liturgia'.
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