lunes, 9 de octubre de 2017

Labourdette: Humani generis

El p. Marie-Michel Labourdette (19081990) fue un destacado teólogo tomista. Un aspecto importante de su trayectoria intelectual lo constituye su impugnación de la denominada Nouvelle théologie. Para comprender mejor el contexto histórico de sus críticas a dicho movimiento, pueden ayudar estas líneas: 
“Según la periodización de Th. Tshibangu, que ha reconstruido detalladamente los debates sobre el estatuto epistemológico de la teología en la primera mitad de nuestro siglo, la controversia sobre la «nouvelle théologie» se desarrolla en dos fases: la primera, entre 1938 y 1946, está marcada, como hemos visto, por las publicaciones de los libros de los teólogos dominicos Chenu (1937) y Charlier (1938), que fueron sometidos a crítica sobre todo por teólogos romanos, tanto dominicos (Gagnebet y Cordovani) como jesuítas (Boyer y Zapelena); la segunda, entre 1946 y 1948, donde se habla más expresamente de «nouvelle theologie», tiene como protagonistas a teólogos dominicos (como Labourdette y Garrigou-Lagrange), en calidad de críticos, y teólogos jesuítas de la Escuela de Lyon-Fourviére, como Daniélou, de Lubac, Bouillard, Fessard y von Balthasar.
[…]
La querella teológica se inicia con un polémico artículo publicado en la Revue Thomiste con la firma de su director, el teólogo dominico M. Labourdette, titulado La teología y sus fuentes (1946), y que registra, entre las intervenciones más polémicas, el artículo del teólogo dominico R. Garrigou-Lagrange en la revista romana Angelicum, con el expresivo título de ¿Adonde va la nueva teología? (1946). Además del artículo de Daniélou en Études -que sus adversarios consideran el manifiesto de la «nouvelle théologie»-, los escritos y autores que están bajo el punto de mira son los siguientes: algunos volúmenes de la colección Théologie, dirigida por la facultad de teología de Fourviére; en concreto, Conversión y gracia en santo Tomás de Aquino (1944), de Henri Bouillard, Corpus Mysticum (1944), de Henri de Lubac, Autoridad y bien común (1945), de Gastón Fessard, y Sobrenatural (1946), de Henri de Lubac; además, algunas introducciones -de carácter no sólo histórico, sino también actualizador- a traducciones de textos patrísticos aparecidos en la colección Sources Chrétiennes, en particular la introducción de de Lubac a la traducción francesa de las Homilías sobre el Génesis de Orígenes; y a todo ello hay que añadir la introducción de Hans Urs von Balthasar a su estudio -publicado en otra colección- sobre la filosofía religiosa de Gregorio de Nisa, Presencia y pensamiento (1942). Pero también aparecen los nombres del filósofo Maurice Blondel y del paleontólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin, a quienes se considera inspiradores de la «nueva teología».
Entre los textos más frecuentemente citados de esta literatura teológica, además de los pasajes ya referidos del artículo de Daniélou en Études (1946), figuran sobre todo algunas páginas de Bouillard y de de Lubac. Bouillard, en la conclusión a Conversión y gracia en santo Tomás de Aquino (1944), abordando el problema de los condicionamientos históricos de la teología tomista, escribía: «Cuando el espíritu evoluciona, una verdad inmutable rige solamente gracias a una evolución simultánea y correlativa de todas las nociones; evolución que mantiene entre ellas una misma relación. Una teología que ya no fuese actual sería una falsa teología »; y también: «La teología está, pues, ligada al tiempo y a la historia, a la vez que expuesta a sus riesgos, y es susceptible de progreso»60. De Lubac, en Corpus Mysticum (1944), donde estudiaba la relación entre iglesia y eucaristía en el medievo, mostraba -en el capítulo X, titulado Del símbolo a la dialéctica, y en la Nota F, titulada Una ilusión de la historia de la teología- cómo en la historia de la teología se había producido un paso de la teología simbólica de los Padres a la teología dialéctica de los escolásticos, pero no por ello la teología patrística debía ser considerada como una especie de prehistoria de la teología escolástica.
El punto en discusión lo constituía sobre todo el estatuto epistemológico de la teología: los teólogos dominicos percibían en la operación de historización de la teología escolástica, vista por ellos como «el estatuto verdaderamente científico del pensamiento cristiano», una peligrosa tendencia al relativismo teológico, que habría conducido al relativismo dogmático; los teólogos jesuitas, en cambio, se negaban a pensar que la teología escolástica hubiera «drenado»62 la sustancia de la teología patrística, y sostenían que una teología viva debía volver a las fuentes y confrontarse con el pensamiento y la experiencia de su propio tiempo.
En el curso de la polémica se produjo el ataque frontal de Garrigou-Lagrange, que reconducía la «nouvelle théologie» al subjetivismo de la filosofía de la acción de Blondel y a la perspectiva evolucionista de Teilhard de Chardin (algunos de cuyos escritos circulaban multicopiados) y que, sin medias tintas, escribía en el alarmante artículo citado: «¿Y adonde está destinada a llegar esta nueva teología, con esos nuevos maestros en los que se inspira? ¿Adonde, si no es al escepticismo, a la fantasía y a la herejía?»; y más duramente aún: «¿Adonde va la nueva teología? ¿No está volviendo al modernismo?»
[…]
La situación teológica seguía siendo tensa, y en Roma crecía la preocupación de adonde podrían conducir los nuevos fermentos: con fecha de 12 de agosto de 1950, publicaba Pío XII su encíclica Humani generis, que sometía a crítica «las nuevas tendencias que se agitaban en las ciencias sagradas».” (Rosini, G. La teología del siglo XX, p. 181 y ss.).
Una vez publicada la Humani generis, el p. Labourdette daría a conocer un artículo comentando el texto pontificio. No conocemos traducción castellana del mismo. Sólo pudimos encontrar algunos fragmentos citados y traducidos en las ponencias de la XI Semana española de teología (aquí), dedicadas la encíclica de Pío XII. Teólogo de sólida ortodoxia, profundo conocedor de Santo Tomás, el p. Labourdette estuvo muy lejos de ajustar su perfil intelectual a la caricatura que algunos pudieran imaginarse.
Dejamos copia digital de su artículo «Les enseignements de l'encyclique Humani Generis» (Revue Thomiste, n° l [1950], p. 32-55 (aquí). El lector encontrará muy interesantes precisiones sobre el Magisterio de la Iglesia en su relación con la Teología y la Filosofía, sobre si la Iglesia canoniza de suyo una particular sistemática  filosófica y -más en concreto- si el «tomismo» tiene la exclusiva en la filosofía cristiana.


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